
No había público en las gradas y no hubo color en la mesa. Bueno sí, el azul de Europa. La Mosconi Cup 2020 ha sido la más descafeinada, con diferencia, de las últimas décadas. Que el torneo en el que mayor papel juega el griterío de las hinchadas haya tenido que resignarse a los aplausos enlatados fue un varapalo grande para organizadores, jugadores y fans que lo seguimos desde casa. Grande fue también el chasco que se llevó el optimista conjunto americano: 11-3 y para casa. La cuarta jornada sobró.
Aunque la diferencia de juego fue notable, puede que el resultado no refleje del todo bien lo que ocurrió en la mesa. Cuatro de los cinco deciders acabaron cayendo del lado europeo. Solo el líder de USA, Shane Van Boening, salvó un 5-4 contra Albin Ouschan para salir de la primera jornada con esperanzas (2-3 en la general). Insisto: el equipo europeo fue bastante superior en todos los aspectos del juego y, seguramente, llegaba muchísimo más preparado con la ayuda del coach Alex Lely. Sin embargo, las estadísticas demuestran que no fue tampoco un torneo impecable para los que salieron victoriosos. Europa ganó con una media de .880 en el rating de Accustats (un jugador de clase mundial suele estar en .900 y por encima).
En el primer partido, el de equipos, una falta tonta de Eklent Kaci cambió por completo la dinámica del encuentro. Con 3-0 por delante, Kaci se confió demasiado y, al bajar al tiro, tocó la 6 con el polo. Foul, cantó el árbitro. A estos niveles, una falta así no tiene perdón y debió caerle un buen puro de Lely. USA acabó llevándose ese primer partido 5-3, con una gran remontada. En el segundo match, el de dobles, los europeos lo arreglaron y demostraron por dónde iban a ir los tiros este año. La pareja de jóvenes campeones del mundo (Filler y Gorst) pasaron por encima de las viejas glorias (Van Boening y Deuel): 5-2.
Europa llevaba 2 años consecutivos perdiendo la Mosconi Cup. No podían fallar de nuevo. El peso estaba este año sobre jugadores jovencísimos, pero habituados a la presión de las grandes citas. Tres de ellos ya han sido campeones del mundo (Joshua Filler, Albin Ouschan y Fedor Gorst). Los otros dos van camino de serlo, cuestión de tiempo: Eklent Kaci y Jayson Shaw. 25,2 años de media en los europeos, contrastado con los 30,8 del conjunto americano. La experiencia es un grado, sí, pero el desparpajo (y sobre todo el talento) de los chavales también.
En el lado americano, la baja de última hora de Justin Bergman hizo trastabillar los planes de Jeremy Jones. Bergman dio positivo en COVID-19 pocas semanas antes del torneo y tuvieron que buscar sustituto: el experimentado Corey Deuel. En su decimotercera participación en una Mosconi, Shane Van Boening volvió a verse bastante solo ante el peligro y desquiciado como cualquier líder al que le faltan apoyos. Debutaba el joven Chris Robinson, que se entregó en actitud positiva pero también en errores no forzados. Billy Thorpe estuvo torpe y Skyler Woodward, desastroso. Haber sido padre recientemente no debe de haber ayudado. Justo antes de empezar su partido contra Joshua Filler, un miembro del equipo americano le enseñó el móvil a Woodward. En la pantalla salía en Skype su mujer y Daxton, su hijo. El intento de motivarle para rascar al menos un punto salió rana: 5-0 para Filler. Y 5-0 en el parcial de la tercera jornada. Europa quedaba a solo un punto de llevarse la copa, a falta de dos jornadas por disputar.
Mientras tanto los europeos, incluido el tigre de peluche que Karl Boyes llevó a cuestas todo el torneo como mascota, iban por faena. El escocés Jayson Shaw ganó sus tres partidos individuales y se aseguró el MVP. Fue también Shaw quien dio la estocada final, ganando a Shane 5-3, aunque con bastante nerviosismo. Filler falló bolitas que habitualmente no se le escapan pero acabó con buena nota, igual que el debutante Fedor Gorst. Al actual campeón del mundo no le tembló el pulso, aunque en los primeros encuentros si erró algunas jugadas asequibles. Me hubiera gustado verle competir frente a las 2.000 o 3.000 personas gritando. Sin público también se animó: acostumbrados al Gorst auténtico, el robótico que no se inmuta, verle celebrar y hacer gestos más extravagantes (incluso mirando a cámara) resultaba curioso. En los partidos de dobles con Filler se notaba el contraste de actitudes: el alemán no paraba de hablarle, mientras el ruso hacía que sí con la cabeza pero medio por compromiso.
Después de la celebración (y tradicional subida a la mesa de todo el equipo), Alex Lely dijo ante las cámaras de Sky Sports que esto solo fue “el inicio de una nueva era”. Los jovencitos europeos van a hacer mucho daño en la próxima década. O USA traza un buen plan para fabricar nuevos talentos y llegar mejor preparados, o pronto habrá que cambiar de rival. Europa vs Asia no sería mal plan.
-THE BILLARTIST
Todo, absolutamente todo, lo que vinó en semanas anteriores y hasta la post-game conference fue un circo que contrasta mucho con el esfuerzo organizativo y financiero que habrá supuesto esto, en cuanto al billar? habrá que esperar otro año o más para ver algo relevante…